Pero Samuel respondió: —¿Qué es lo que más le agrada al Señor: tus ofrendas quemadas y sacrificios, o que obedezcas a su voz? ¡Escucha! La obediencia es mejor que el sacrificio, y la sumisión es mejor que ofrecer la grasa de carneros.
1 Samuel 15:22 NTV
En estas últimas semanas el Señor nos ha estado enseñando que la adoración es una acción que nace desde nuestro interior que podemos reflejar al exterior, entonces podemos decir que la ofrenda (sacrificio, holocausto, etc.) que presentamos a Nuestro Dios es la expresión externa de lo que hemos preparado en nuestro interior.
Nosotros no ofrendamos sacrificios de machos cabríos u ofrecemos sacrificios como en el antiguo pacto por razones obvias, primero no somos judíos y segundos ya hemos sido redimidos por la preciosa sangre del CORDERO DE DIOS.
Entonces ¿qué podemos ofrendar a Nuestro Dios? ¿Qué podemos dar como ofrenda a aquel que es dueño de todas las cosas? ¿Qué puede ser novedoso al creador de todo lo que existe? ¿Tendrá necesidad Dios de algo que yo le pueda dar?
Tal vez la respuesta estas preguntas sea "Nada", pero hubo una mujer que cautivó el corazón de Jesús no por lo que entregó en ofrenda, sino por que simplemente entregó todo lo que poseía, dice Lucas 21. 1- 4:
Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas esta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
S. Lucas 21:1-4 RVR1960
El valor de nuestra ofrenda al Señor no está dado por la cantidad o el precio de esta, porque Dios no tiene necesidad de riquezas o de comida, el valor de la ofrenda ni siquiera está en el objeto que se entrega sino que se encuentra en quién lo deposita a los pies del DIOS ETERNO, hermanos los invito a meditar en este breve sentir para nuestra reunión de mañana, es mi deseo que cada uno de nosotros podamos llegar delante de Nuestro Señor como ofrendas vivas de gratitud, de paz, sumisión y obediencia que sean como un "fuego conocido" y agradable para Él.
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